septiembre 15, 2025

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Por Patricia Prado

 

Hoy siento el corazón roto, no en un sentido literal, sino, en un sentido profundo, amargo y poético. Hace unas semanas mi novia comenzó a formar parte del universo y dejó esta tierra física, desde ese día siento la pena y el dolor tan inmenso que rodean absolutamente cada parte de mi existencia.

Retomar mi vida diaria no es sencillo, porque en mi cotidianidad ella estaba presente, formaba parte de mis mañanas y dejaba lista la cafetera para que yo decidiera si quería iniciar o no mi día con la bendita cafeína.

Ahora mis días son distintos, tuve que volver a casa de mamá pero lleve la cafetera conmigo, ahora yo decido si quiero iniciar mis días o no con café, nadie me invita a hacerlo, solo tomo la elección y listo, ocurre.

Marjorie me enseñó que su café favorito se compartía, se tomaba con calma o de prisa pero nunca era solo para ella, así que hoy que comienzo a retomar mi vida laboral estoy en Padre Café. Aquí no me siento sola, las personas me acompañan, están atentas de mí, me recomiendan su café favorito, me cuentan que grano tostaran en la semana.

Me siento en casa, cobijada con el aroma de café, con una sonrisa amorosa, con un gesto de amor y con palabras que gritan como la tierra me dará consuelo en el proceso para sanar, entonces el campo sabe cosas, sabe que necesito con amor sus granos para curar un corazón herido.

Elegí tomar un filtrado, quería que fuera más cuidadoso que de costumbre, tomé un “Turco”, la receta de la casa lleva agua de rosas y cardamomo, esta es la versión de la cafetería y me encanta, un perfil con tanto aroma que sentí un “Tranquila” en mi alma. Aquí siento que el café es un vínculo profundo, que una taza nunca será suficiente y que cuando sea tiempo de ir al Mictlán, llevaré un poco para compartir de nuevo.

Padre Café, más que una cafetería, mi hogar.

 

 

San Ángel, Ciudad de México

julio de 2025