noviembre 23, 2024

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El camino cuesta arriba de la bicicleta en tiempos de pandemia en Ciudad de México

El uso de la bicicleta ha aumentado 221% desde el inicio de la contingencia, pero se ha disminuido el presupuesto para este medio de transporte

En el México del siglo XX se usaba la expresión “pueblo bicicletero” para referirse despectivamente a las comunidades que usaban este medio de transporte y a las que el progreso, representado por los automóviles y las grandes carreteras, no había llegado. Frente al histórico aumento de los contagios de coronavirus y ante el colapso de seis líneas del Metro tras un incendio en sus oficinas, Ciudad de México ha volteado a ver a la bicicleta como una alternativa de movilidad más segura y barata.

“Es más relevante que nunca abrir espacios para la movilidad ciclista ante el colapso de la red del Metro tras su accidente”, indica Bernardo Baranda, director para Latinoamérica del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP por sus siglas en inglés). “Este momento será crucial para darle peso a otras alternativas al transporte masivo”, dice. Ya muchas personas se han bajado de los vehículos y han desempolvado su bici para hacer los trayectos más necesarios. “Agarré la bicicleta porque es lo más higiénico, con sana distancia y además es saludable y barato”, refiere el empresario Francisco Santamaría. Un par de meses después de que iniciara la contingencia sanitaria por coronavirus en la capital mexicana, Santamaría tuvo que recortar operaciones de su negocio de comunicación, lo que incluyó también dejar el auto en el garaje y empezar a hacer sus traslados en dos ruedas.

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Movilidad, los viajes han aumentado un 221% desde marzo de 2020, mientras que los viajes en transporte público y automóvil particular han descendido hasta un 50%. En junio de este año, el Gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum habilitó 54 kilómetros en dos ciclovías emergentes para atender el creciente uso de la bicicleta, una de ellas, en avenida Insurgentes, la única vialidad que cruza la capital de norte a sur. El aumento de los servicios de comida a domicilio mediante aplicaciones también contribuyó a la movilidad no motorizada. “Los repartidores empezaron a usar Insurgentes para conectarse, al ver ese fenómeno decidimos hacerla emergente para mejorar la seguridad”, refiere en entrevista Andrés Lajous, secretario de Movilidad.

De un día para otro, los automovilistas se encontraron con un carril confinado destinado exclusivamente al transporte no motorizado en dos grandes vialidades. “Yo sí me siento más seguro andando en lugares donde hay ciclovías”, refiere Andrés Gómez, un usuario reciente de la bicicleta. “Aunque nunca falta quien te aviente el coche cuando no hay tramos separados”, indica el editor de 31 años.

Con menos automóviles y más ciclistas, los accidentes de tránsito también aumentaron. “La sensación de peligro y de riesgo es mayor a pesar de que hay más ciclistas, ya que los automóviles se mueven a mayor velocidad”, indica Areli Carreón, fundadora de la asociación Bicitekas y activista. Hasta septiembre de 2020 se registró la muerte de 16 ciclistas en sucesos de tránsito relacionados con la velocidad, más del doble que las registradas el año anterior.

Ciclistas se manifestaron en Ciudad de México, exigiendo seguridad para los usuarios de bicicleta, el pasado octubre.

Más pedaleo, menos presupuesto

Mientras unos se suben a una bicicleta por la necesidad de trabajar y otros lo hacen como una alternativa saludable de moverse por la ciudad, más de 25.000 ciclistas hicieron uso de la ciclovía en Insurgentes, de acuerdo con el colectivo Cero Emisiones, quienes han pedido que este carril se vuelva permanente. “Yo compré mi bici en mayo no solo para moverme, sino también para dejar de estar encerrado”, dice Gómez. Tan solo al inicio de la pandemia las ventas de este tipo de vehículos por internet crecieron 200% en México, mientras que varias tiendas reportaron escasez de refacciones.

Sin embargo, este colectivo apunta que deben de asignarse más recursos para que la infraestructura sea definitiva y no de materiales reciclados como el que se colocó para la separación de carriles. “Hicimos una petición al Congreso para que se hiciera una inversión de 170 millones de pesos para hacer las transformaciones pertinentes y hacerlas permanentes”, dice Carreón, integrante de este colectivo.

A finales de año, el Congreso de Ciudad de México redujo el presupuesto asignado a la movilidad de peatones y ciclistas. Para 2021, el Fondo Público de Atención al Ciclista y al Peatón tiene contemplado 4,7 millones de pesos (unos 236.000 dólares) en comparación con los 45 millones de pesos (2,2 millones de dólares) que se utilizaron el año pasado. “Es incongruente que cuando más necesitamos alternativas de movilidad con salud, se reduzcan de esa manera los recursos”, sentencia Carreón.

Según el titular de movilidad capitalina, se están analizando los patrones de movilidad en las vialidades donde se construyeron las vías provisionales. “Parte de la evaluación es el costo, pero sobre todo de los patrones de movilidad una vez que la contingencia sanitaria vaya disminuyendo”, dice Lajous.

Acitivistas intervinieron la Avenida Insurgentes en Ciudad de México para exigir al Gobierno que la ciclovía emergente sea instalada de manera permanente.

Ciudad de México se ha unido a los millones de personas en el mundo y Latinoamérica que han decidido pedalear más durante la pandemia. Bogotá construyó 80 kilómetros de vialidades provisionales y otras ciudades con menor población como San José (Costa Rica) o Cuenca (Ecuador) también implementaron nuevas ciclovías para atender la movilidad durante la pandemia.

La bicicleta emprende un camino cuesta arriba para volverse una opción de movilidad permanente. Hasta antes de la pandemia de covid-19, solo 360.000 personas se movían con regularidad en este medio, en contraste con los 7,6 millones que usan transporte público y los 3,4 millones que se mueven en automóviles, según datos del INEGI en 2017. “Se debe replantear la manera en que se configuran las ciudades, porque la mayoría no usa el auto aunque la ciudad está construida para los autos”, dice Carreón.

Para Santamaría, hace falta que haya más seguridad en las calles para que la bicicleta se vuelva un medio de transporte consuetudinario. “Sí he sentido que mi vida corre peligro andando, lo mejor sería que haya más seguridad”, comenta. Por lo pronto, en el tiempo en que la covid-19 siga siendo el tema central de la capital, este empresario seguirá usando su casco y recorriendo su camino en dos ruedas.